jueves, 28 de julio de 2011

husband&husband


Hace menos de una semana, me vi inmersa en un interesante coloquio sobre un tema candente; el matrimonio homosexual. Lejos de la disputa que existe entre política e iglesia, entre izquierdas y derechas, el amor homosexual, es un hecho. Es algo tan cierto y existente como que el cielo es azul o que el agua es transparente. Y dado que homosexual se nace, no se elije, y dado que todos somos seres humanos, y constitucionalmente iguales ante la ley, esta condición (la de homosexual) no debe ni PUEDE ser razón suficiente para que a una persona se vea privada de otro derecho constitucional (art. 32 CE), el derecho a contraer matrimonio.

Lejos de estar o no de acuerdo con esta, que es mi opinión y firme convicción sobre el tema del matrimonio, la cosa se pone más cuesta arriba cuando hablamos de adopción por parte de matrimonios homosexuales, en este escabroso tema derivó la conversación a la que me refiero.

La parte contraria a mí, defendía que no era “sano” que homosexuales adoptaran, dada la anti naturalidad de una pareja formada por personas del mismo sexo. Abogaba por una protección del menor adoptado en cuestión, el cual, podría ser susceptible de burlas y malos tratos psicológicos por parte de sus otros compañeros de colegio, o que el propio niño, viera que su situación es diferente, en relación con sus otros compañeros y esto le creara complejos, sin necesidad de que hubiera ningún tipo de mofa o de prejuicio externo, sino que proviniera del propio niño.

Mi opinión respecto a estas argumentaciones son las siguientes:

Por una parte puedo entender lógico que cabe la situación, puede que incluso en un porcentaje alto, en la que los demás niños se burlen del adoptado por homosexuales en cuestión. Los niños son crueles. Pero por eso mismo q son crueles se burlan del demasiado alto, del demasiado bajo, del demasiado gordo y del demasiado delgado. Así que el hecho de que se niegue una adopción por intentar “salvar” al menor de una burla, puede ser inútil. Respecto a lo de la “anti naturalidad” de la pareja, bueno… quizá hace 40 años tampoco era “natural” que una pareja (de heterosexuales) se fuera a vivir juntos sin haberse casado, que la mujer trabajara o desempeñara lugares importantes en el mundo laboral o que simplemente, estudiara, pero afortunadamente, la sociedad avanza, y cada día se vuelve más y más tolerante, y cosas que antes nos parecían extrañas, o anti naturales, con el paso del tiempo se adaptan a nuestra sociedad por la sencilla razón de que el hecho de que una persona decida o quiera compartir su vida con otra del mismo sexo no me cuarta ni molesta para que yo como individuo con capacidad jurídica ejerza mis derechos en la sociedad.

La parte contraria, es decir la “pro” adopción, es decir, la mía, opina que hay niños en el mundo que tienen derecho a tener una familia, y parejas deseando ofrecerles el cariño que desgraciadamente sus padres biológicos, por muy diferentes causas, no les han podido ofrecer. Tengo muchos amigos homosexuales (a algunos de ellos los considero entre mis mejores amigos) y se me rompe el corazón solo de pensar que la sociedad les pudiera negar el derecho a tener un hijo, a querer criar a una criatura, solo por tener la condición de homosexual. Además, pondría la mano en el fuego por cada uno de ellos, y estoy segura de que serían excelentes padres, cosa que desgraciadamente no puedo decir de más de un heterosexual.

Finalmente, y respecto al hecho de que esto pueda ser o no un trauma el hecho de tener “mamá y mamá” o “papá y papá” una vez más, este complejo proviene de los adultos, es el ojo adulto el que desaprueba el hecho de que el niño se tenga q ver ante esta situación, pero los niños, son increíbles, y son capaces de normalizar situaciones que para los adultos son incómodas, como el hecho de aceptar que sus padres (heterosexuales) viven en casas separadas y con una tercera persona que no es su padre o su madre. Es el prisma del adulto, corrompido por la sociedad el que no puede aceptar una nomenclatura de “marido y marido” y todo esto, lo pienso, lo fundamento y lo sé dando como prueba un video que por casualidad he encontrado en internet, la reacción de un niño ante una pareja gay.

Mirad el video y juzgad ustedes mismos, pero yo simplemente quiero remarcar las últimas palabras que dice… “ahora me voy a jugar al ping-pong… podéis venir si queréis.”

http://www.notengotele.com/humor/reaccion-de-un-nino-ante-una-pareja-gay

miércoles, 27 de julio de 2011

Entre tú, y yo. CAP.3 "Un poco más cerca"



Un tenue rayo de luz invadió la habitación y dio de lleno en la cara de ella, despertándola. Al abrir los ojos observó la postura en la que se había quedado dormida, en la que se habían quedado dormidos. Estaba de cara a él, con las piernas entrelazadas. La mano izquierda de ella, se posaba dulcemente sobre el pecho de él, como si lo que quisiera fuera notar el compás de su corazón. Él la rodeaba a ella con su brazo derecho. Mientras ella observaba su rostro en silencio, él despertó…

-Buenos días dormilón… -dijo ella.

-¿Buenos días?... ¿Qué hora es?

-Puessss… la verdad es que no tengo ni idea, siempre pierdo la noción del tiempo cuando estoy contigo, pero me ha despertado un rayo de Sol dándome de pleno en la cara, así que… mínimo es de día. ¿Por qué me preguntas la hora? ¿Tienes prisa?

-jajajaj , no… -él sonrió mirándola fijamente a los ojos. -Pero es que yo también pierdo la noción del tiempo estando contigo.

Ya lo había vuelto a hacer, ya había vuelto a regalarle los oídos. Lo conocía demasiado bien, ya sabía que era poco detallista con el lenguaje, más bien soso de hecho. No le molestaba que fuera así, le molestaba que prácticamente las únicas veces en las que le decía cosas bonitas fuera como respuesta a algo bonito que le había dicho ella. Le molestaba porque parecía que lo estuviera forzando, y no lo quería forzar, quería que él se sintiera cómodo. Ella no se consideraba romántica, más bien odiaba a los acariciadores melosos, le ponía nerviosa el exceso de piropos, pero no le molestaban las palabras cariñosas… un “amor”, “cari”, “vida” o “guapa” nunca estaba de más… pero bueno, se consolaba pensando que simplemente quería ser amable con ella, corresponderle con palabras en lo que quizá no le podía corresponder con el corazón, y no podía culparlo, nadie es culpable de lo que siente. Su mente analítica de alguna manera lo disculpaba, pero su corazón se manifestó culpándolo en forma de rechazo físico. Mientras estaba teniendo todos estos pensamientos había cambiado totalmente su postura encima de la cama, ahora estaba de espaldas a él, en posición fetal, con sus dos brazos debajo de la almohada, apretándola, como si quisiera pagar con la almohada el enfado que no podía pagar con él, porque jamás lo entendería, él jamás se paraba a pensar las cosas…

-¿No me vas a dar un beso de buenos días? -preguntó él, pero ella no sabía si interpretarlo como un gesto cariñoso o como una invitación al sexo.

- ¿Un beso? Anoche me dejaste sin saliva…. –a ella ésta le pareció una respuesta que no la comprometía demasiado, si él quería ser cariñoso por iniciativa propia, tampoco lo iba a cuartar. Si por el contrario lo que quería era follar, no iba a negárselo. Si algo había claro en esta relación era la fuerte atracción del uno por el otro. No podía evitarlo, no sabía evitarlo, no quería evitarlo…

-si quieres te paso yo un poco de mi saliva… -mientras él pronunciaba estas palabras había conseguido que ella se girara, y habían vuelto casi a la misma postura que cuando estaban dormidos… ahora estaban más cerca, apenas un poco, pero más cerca.

viernes, 8 de julio de 2011

Entre tú, y yo. CAP.2 "No me esperes"

-¿Qué haces tú aquí?

-¿Molesto?

-No, no es eso…. Pero en pleno siglo XXI, con teléfonos móviles, tuenti, facebook, twitter, Messenger, emmm…. Veo inevitable pensar que es casi una falta de educación que te presentes en mi casa sin avisar. ¿Y si no estoy sola?

- Sabía que lo estabas. -dijo él con una maliciosa sonrisa dibujada en el rostro.

- ¿como?

- Intuición masculina. -afirmó con su sonrisa de nuevo.

-Los hombres no tenéis de eso. Y tú aún menos. -ella frunció el ceño.

-jajajaja –él rió.

Mientras se estaba produciendo esta conversación, él, con una habilidad asombrosa, como ensayada y repetida con los ojos cerrados, había conseguido guiarla hasta la habitación, y ya la tenía prácticamente desnuda. Pero había sido más habilidoso si cabe por el hecho de que ella no se había dado cuenta de que había pasado todo eso, y solo al verse su torso desnudo en el espejo nuevo de su habitación se percató de que estaba a punto de follar de nuevo, con él, de nuevo.

-Oye, ¿qué haces?

-¿Es que no quieres? –ésta vez sí que parecía haberle importado la pregunta de ella, y paró. Y se quedó mirándola a los ojos. Con una mirada que ella no sabía muy bien cómo interpretar… entre suplicante y deseosa, entre cariñosa y viciosa, entre prohibida y pura.

- Emm…no, no es eso –respondió ella. Es solo que… no sé cómo hemos llegado a esta situación.

- ¿A qué situación?

Él, tan preguntón como siempre, dejaba que fuera ella la que hablara sobre la situación, la que expresara sus opiniones, cuando en realidad, en la práctica, el que acababa haciendo y deshaciendo a su antojo era él. Solo cuando obtenía de ella un no rotundo, él paraba. Pero esa situación aún no se había dado, así que él no había parado nunca. Solo, quizá se había echado atrás alguna que otra vez por alguna que otra reflexión de las que ella tenía. Él no lo demostraba, pero los pensamientos de ella, a veces, llegaban a asustarle. Lo asustaban porque a veces, ella decía en voz alta lo que él temía escuchar. Así que no se arriesgaba demasiado a la hora de hacer las preguntas, no se atrevía en muchas ocasiones a apostillar nada, porque era consciente de que así ella sabría más de lo que ya sabía, y todo lo que sabía, ella lo había deducido, sin necesidad de que él le hubiera contado prácticamente nada. No quería jugar con desventaja, quería continuar teniendo la “sartén por el mango”.

En ésta ocasión, él no tenía ni idea de por dónde le iba a salir ella, quizá le preguntaba por qué estaban haciéndolo de nuevo, si apenas hacía horas que se había ido de su casa, pero lo cierto es que él tenía muchas ganas de verla. Le apetecía, y lo hacía, y punto. De hecho él pocas veces, antes de conocerla a ella se había parado a pensar tanto en el por qué de sus acciones. Solo sabía que cuando hacía algo, era porque quería, sin muchas veces preocuparse demasiado de cuáles podrían ser las consecuencias. Y a decir verdad, había sido afortunado, ya que ninguna de sus acciones pasadas le había costado un especial quebradero de cabeza. Hasta el día que la conoció, no había tenido que preocuparse por las consecuencias de ninguna de sus acciones, así que seguía con su método “me apetece, lo hago y punto.” Pero se acababa de dar cuenta, como una iluminación divina, como una revelación en un sueño, que había cambiado. Que tantas horas con ella, le habían hecho reflexionar. Que cada vez que ella hablaba, él, secretamente pensaba, de hecho, ¡joder! Lo estaba volviendo a hacer, estaba dándole vueltas a las cosas de nuevo. Como hace ella.

-A ésta, en la que tú, te presentas en mi casa sin previo aviso.

-Oye, lo siento. No pensé que fuera tan importante. Te llamaré la próxima vez antes de venir, ¿de acuerdo?

- Sí. Será mejor que lo hagas, porque puede que me pilles follando con otro.

Él, antes de que ella hiciera esa afirmación estaba despasándole juguetonamente los botones del pantalón, pero al escuchar aquello paró en seco.

-¿Qué? ¿Estás follando con otro?

Ella entendió muy bien esta mirada que él de pronto le propinaba. Su semblante cambió. Su gesto era más duro, su entrecejo estaba fruncido, su mirada de verdad necesitaba una respuesta, y no cualquier respuesta, sino una concreta.

-No. No estoy follando con otro. Pero me ha gustado mucho tu reacción, así temo menos al decirte que lo que me preocupa.

-¿Temer? ¿Acaso sigues temiendo?

- Sí. Temo esto que acaba de pasar.

-¿Qué acaba de pasar? Cariño… -él pocas veces utilizaba palabras cariñosas, pero cuando lo hacía, a ella le gustaba, y él lo sabía.- Vas a tener que explicarte mejor…

- Das por sentado que solo te espero a ti, que solo estoy contigo. Y temo, porque yo realmente solo te espero a ti, y no me importa la hora a la que entres en mi casa, porque estaré sola. Pero lo que no quiero, es estar esperándote. Ni a ti, ni a nadie.

Él se tumbó a su lado en la cama. Ya lo había vuelto a hacer. De nuevo le había hecho pensar. No sabía ni qué decir, ni qué contestarle, ni lo que es peor, qué preguntar. Ni tan sólo se le ocurría hacer una pregunta estúpida para ganar tiempo. Tuvo ganas de irse. Pero no podía hacerlo. Lo único que se le ocurrió decir fue…

-No me esperes.


domingo, 3 de julio de 2011

Entre tú, y yo. CAP.1 "Entre querer y amar"



-¿sabes? Creo que acabamos de hacer el amor….

-Jaja, ¿y eso? –respondió él.

-No lo se… supongo que por el ritmo del sexo, por el cuidado del uno por el otro, por esta sensación que tengo ahora…

-¿qué sensación tienes?

-emm… después de mantener relaciones sexuales, nuestro cerebro segrega oxitocina… la llaman la hormona del amor, puede que sea por eso.

-pero… si se segrega oxitocina siempre, ¿porqué no has tenido antes esa sensación que dices tener ahora? No es la primera vez que nos acostamos.

Formaban buena pareja. Ella y su mente analítica y él y su mente curiosa, preguntona, cotilla. Cuando hablaban sobre sus emociones, ambos se ayudaban a descubrir qué era lo que estaban sintiendo. Ella, con sus a veces increíbles, pero curiosamente acertadas teorías, y él con sus preguntas de respuesta obvia, redundantes incluso, retóricas muchas veces, pero al fin y al cabo preguntas…

Aún así ella siempre le respondía, o al menos lo intentaba. Le gustaba. Era como mantener un diálogo con ella misma en voz alta, porque siempre hablaban de los sentimientos de ella. Él, la mayoría de veces se limitaba a asentir.

-Eso será que me quieres. –le dijo él mirándola con una medio sonrisa en los labios caprichosa y juguetona. Ella le respondió con una sonrisa de complicidad, y siguió mirando el techo de la habitación, como quién está mirando un interesante programa en la televisión y apenas levanta la cabeza para contestar si para cenar quiere carne o pescado.

-No. –siguió ella muy segura. No es eso… yo ya te quiero. Te quiero desde el día que quise acostarme contigo. Puede que solo quisiera tu cuerpo, pero tu cuerpo es tuyo, y yo lo quería, así que te quiero, desde antes de acostarnos, supongo.

-Amm… -respondió él intentando aún entender esa reflexión. Ella prosiguió.

- Supongo que lo que me pasa ahora es que me he enamorado de ti.

-Amm… -él de nuevo, parecía impasible, pero esta vez, en lugar de mantener silencio, continuó con una de sus preguntas.

-¿tan bien te lo he hecho hoy que incluso te he enamorado?

Esa era otra de las cosas que le encantaban de él, esa capacidad para quitar hierro al asunto más escabroso y al momento más incómodo. Quizá por eso ella se sentía tan a gusto al hablar con él, porque parecía que él nunca la iba a censurar, nunca iba a cortar sus meditaciones o pensamientos. Él, pasara lo que pasara, y dijera lo que dijera ella, siempre seguía preguntando. Era como el eterno insatisfecho, ávido de información. De información de ella, y sobre ella. Le gustaba.

Ella, en respuesta, no pudo más que soltar aire y cerrar los ojos, entre riéndose, y sintiéndose molesta, entre divertida y preocupada, entre queriéndolo, y… amándolo.