viernes, 9 de septiembre de 2011

Entre tú y yo. CAP. 5 "reencuentros y reesaca"




Un agudo dolor occipital, una boca seca y pastosa, un terrible dolor de estómago que le recorría como fuego por toda la tráquea y le salía por la garganta, y unos pies dormidos y con hormigueos le dieron los buenos días aquel espantoso domingo. Resaca. La resaca personificada se había presentado en su dormitorio. Cuando te topas con la resaca, mejor dicho, cuando te reencuentras con la resaca, el sentimiento que de inmediato abruma tu ser es el de arrepentimiento. Arrepentimiento por haber cenado poco, para seguir manteniendo la línea, aún sabiendo que después vas a beber. Arrepentimiento por haber tomado aquel mojito, por el primer cubata de vodka con limón, por el segundo, sobre todo por el tercero, y también arrepentimiento por los chupitos de tequila, definitivamente no debería de haberse tomado aquella tercera ronda…. Sí, fueron eso, los chupitos.

Conforme pudo se levantó de la cama, iba coja ¿tanto abusó anoche? Lo cierto es que tenía lagunas, se acordaba de más bien poco, de hecho, el único rato intacto en su mente y  que desearía haber borrado (por eso bebió tanto) permanecía como grabado a fuego en su cabeza fue… el encuentro con… bueno con… ya da igual. Fue directa a la cocina. Agua. Necesitaba rehidratar su organismo,  cogió la botella y bebió. Con lo que bebió anoche y la sed que tenía aún.. jajaja, rió ella sola… sí, aún iba ciega, no había otra explicación a aquel momento “chiste malo”. Le entró una arcada, y fue corriendo al baño. Vomitó. Bebió de nuevo agua y se quedó mirándose al espejo. Estaba completamente desnuda. No sabía por qué. Suponía que llegó a casa tan tajada que fue incapaz de ponerse nada encima para dormir. Lo lógico habría sido que se hubiera acostado vestida. Esperaba no haberse resfriado. Se quedó mirando su cuerpo desnudo delante del espejo. No le gustaba. No se sentía guapa, ni sexy… ni deseada. Ya que estaba desnuda y en el baño, y pese a tentar al momento “reflexión” sobre la noche anterior, se metió en la ducha. El agua le vendría bien.

Empezó a caer agua templada sobre su cuerpo, hasta ponerse caliente, hirviendo, le quemaba… le encantaba poner así el agua, y probaba a sí misma como de caliente la soportaba. De pronto abrió del todo el agua fría. Aquel contraste provocó en ella un jadeo. Recordó cuando había sentido aquel estremecimiento por última vez, y no fue en la ducha, al menos, no sola.  Abrió más el paso de agua, no quería escuchar sus pensamientos, no quería acordarse de él. Se quedó allí dentro un rato, entre agua caliente y fría, entre agua hirviendo y helada. Empezó a preguntarse cómo había llegado a casa, lo último que recordaba era salir del local… ¿fueron a la discoteca? Mmm, necesitaba hablar urgentemente con alguna de las chicas. Ahora llamaría por teléfono a alguien.

¿Qué hora sería? Ufff, demasiadas preguntas, y desgraciadamente no tenía respuesta para ninguna. Empezó a marearse y salió de la ducha. Maldita resaca… al menos ya se notaba los pies. Mientras se secaba el cuerpo con la toalla, decidió no llamar a nadie. No le importaba ni la hora que era ni lo que había pasado anoche. No tenía ganas de hablar con nadie. Normalmente dejaba que su cuerpo se secara, y después lo lubricaba con aceite corporal… pero no le apetecía. Decidió que iba a ponerse el bikini, subir a la terraza, tumbarse al sol y escuchar  a Marlango. La dulce voz de Leonor Watling la tranquilizaría. Puede que incluso la hiciera dormir. Como no sabía la hora a la que había llegado a casa no podía calcular las horas que había dormido. Si alguien apareciera en ese momento por la puerta de su cuarto de aseo y le dijera “has dormido 3 horas” o “has dormido 15 horas” creería ambas afirmaciones, ya que tenía de lo más difuso el concepto del espacio tiempo desde anoche.

La última vez que recordaba haber visto la hora en su teléfono móvil eran las 2:03 de la madrugada. Antes de aquel fatídico encuentro, cuando lo que buscaba al mirar el móvil no era ver la hora, sino que deseaba, con toda su alma, con todo su cuerpo, recibir una llamada suya, de él, un mensaje en el que le dijera que había vuelto a la ciudad y que tenía ganas de verla. Pero no fue así.
 Se puso de pie dispuesta a salir del baño. Debía plantearse buscar la ropa de anoche, ordenar un poco la habitación, antes de subirse a la terraza… no tenía ganas. No quería saber ni tan siquiera dónde estaba su teléfono. “Apática y resacosa, definitivamente no se puede estar mejor un domingo” –pensó. Mientras se dirigía a su habitación, por el pasillo, encontró algo raro. Ropa. ¿Qué tiene de raro la ropa? Mucho, teniendo en cuenta que lo que acababa de encontrar era un mocasín de la talla 46. Lo recogió extrañada. Levantó la vista, y colgado del florero del medio del pasillo encontró el tanga que llevaba anoche. Continuó avanzando, y había más ropa tirada… un calcetín, una camisa de Ralf Lauren, su vestido hecho un trapo…. Dioooooosss, conforme avanzaba por el pasillo hasta su habitación estaba más y más aterrada. Hacía como una hora que había pasado por ese mismo pasillo para ir al baño y la cocina y no había visto nada de eso. El agua fría de la ducha, por lo visto, la había despejado.
Siguió caminando y encontró unos vaqueros y el par del mocasín que ya tenía en la mano… un silogismo terrorífico entraba con paso firme en su mente. “Si hay ropa de tío por el suelo de mi casa, significa que anoche acabé con alguien. Si anoche acabé con alguien y aún está aquí su ropa, significa que aún está en mi casa y si aún está en mi casa, y aún no lo he visto, debe de seguir durmiendo en mi cama…..¡¡maaadre míaaa!! ¡¡¿¿Cómo la lié taaanto anocheee??!!”
Entre curiosa y temerosa se acercó con la ropa de aquel desconocido hasta la puerta de su dormitorio, decidida a echarlo fuera quien fuera, y fuera como fuera. No tenía ganas ni de mirarse en el espejo, mucho menos iba a aguantar un post-coito con alguien que le importaba tan poco que ni tan siquiera había sido capaz de recordar que se había quedado dormido en su cama. Estaba a punto de abrir la puerta. No se decidía a hacerlo, ¿qué le iba a decir? “hola, no tengo ni idea de quién eres, así que aquí tienes tu ropa y vete de mi casa… ya”… pobre chico, si a ella le hicieran eso… bueno, daba igual, seguro que él tenía novia, y simplemente la había utilizado para follar, porque anoche la vio y sintió por ella una atracción incontenible, y como ella iba borracha, seguro que ni le preguntó su nombre, ni cuántos años tenía… dioss, esperaba que no fuera mucho más joven que ella… ¿habría desvirgado a alguien?. Decidió dejar de hacerse preguntas y simplemente atravesar el umbral. Apartó la puerta y….

-No puede ser…. TÚ!

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